Espiritualidad de Juventud y Familia Misionera

Cristo está en el origen de toda vocación cristiana. Es Él quien llama. La palabra «vocación» significa, precisamente, «llamado». Y el primer y fundamental llamado que Cristo hace a todo hombre es a seguir sus huellas por el camino del amor. Esta vocación conlleva un llamado a la santidad y al compromiso apostólico.

Vida espiritual del misionero:

El misionero es un hombre de Dios, la oración, por tanto, es parte esencial de su vida.
La oración es la gran puerta de entrada en la fe. Quien ora ya no vive de sí mismo, para sí mismo y por sus propias fuerzas. Sabe que hay un Dios a quien se puede hablar. (470 pag. 259 Youcat).

Nuestros Patronos:

Los Patronos de Juventud misionera son: San Pablo y San Rafael Guízar y Valencia.

Los misioneros se esfuerzan por imitar especialmente su amor apasionado a Jesucristo, su fidelidad a la Iglesia y su celo incontenible por la salvación de las almas.

Familia Misionera reconoce como patronos a los miembros de la Sagrada Familia.

Los misioneros se esfuerzan por imitar especialmente, su adhesión a la voluntad del Padre, el amor que los une y su colaboración en el plan redentor.

Nuestros Amores:

Jesucristo: es modelo de transformación e ideal de vida, su amistad con Él es el fundamento de su vida cristiana.
Santísima Virgen María: el misionero le ama con un amor filial y tierno, es su modelo de virtudes, especialmente la caridad, humildad, obediencia y pureza.
La Iglesia: El misionero rinde lo mejor de sí a la Iglesia, se pone a su servicio pues le ama apasionadamente, le sirve a través de su apostolado.

El Papa y los Obispos: el misionero ama con devoción, respeto y obediencia filial a los mandatos del Papa y los Obispos.
El prójimo: el misionero valora el amor que Cristo tiene por cada persona, reconoce la importancia de la salvación de una sola alma y se esfuerza para contribuir con esta valiosa tarea.